LA BARRANCA
La historia turística de nuestra localidad cuenta con alrededor de 120 años teniendo una particularidad que la caracteriza de manera notoria. Desde entonces hemos padecido los caprichos de Epecuén, donde decenas de proyectos y sueños han ido quedando sepultados por sus caprichos, unas veces por arenas otras por agua. En este lapso hubo intentos fallidos de fundaciones de pueblos, inversiones en balnearios que a pocas temporadas de ser construidos, debían abandonarse, desmantelarse o correrse porque el agua se retiraba de sus pies, dejando sueños o aspiraciones truncas. Esta problemática la tuvieron aquellos pioneros, la tenemos nosotros y la tendrán nuestros futuros pobladores. No es necesario irnos tan lejos en el tiempo, pensemos nada más desde 1989 por todo lo que hemos pasado, cada una o dos temporadas a levantar todo, o mejor dicho no construir nada oneroso porque se perdía. La vieja Isla, la nueva isla, El Cristo, el parador Sunset, ya forman parte de esa historia nómade de nuestros balnearios. Esa misma historia le tocó al Balneario “La Barranca”, sueño de los integrantes del Carhué Auto Club.
UN SUEÑO
El Carhué Auto Club (CAC) había nacido en 1971, teniendo su apogeo en los años tiempo después con la pavimentación de la pista ubicada en “Parque y Camping Nicanor Insua” de Epecuén. Con la inundación había quedado inactivo debido a que la alguna se fagocitó gran parte de sus instalaciones. Entrado el año 1990 algunos fundadores comenzaron a analizar la posibilidad de una refundación. Así, hacia 1992 se inicia una campaña de asociados y se retoma la actividad con competencias de regularidad, de obstáculos y el 1er Rally Ciudad de Carhué en 1993.
Sin embargo no tenían una pista ni un terreno para reiniciar el camino. El Molino Harinero Carhué, por entonces a cargo de la familia Marino, siendo José Luis Marino el Presidente del CAC cede en préstamo un terreno lindero a la planta de molienda. Entonces se comienza a idear un trazado y las instalaciones básicas de un circuito.
La pista se traza y se pasan las primeras máquinas en 1993. En esas visitas a la pista algunos integrantes proponen, casi a modo de un lindo sueño, utilizar la zona barrancosa contra el arroyo como un balneario de agua dulce. Inmediatamente, casi con el verano encima, sobre diciembre de 1993 se comenzó a trabajar en una instalación básica consistente en una cantina/parador y los respectivos sanitarios.
El Balneario La Barranca era inaugurado en el aniversario del Carhué, en enero de 1995. La idea original era cobrar un ingreso módico a mode de recuperación de la inversión de la institución.
Domingo San Roman sería el concesionario de la cantina y el balneario en una par de temporadas. Sin embargo para la temporada 1995-1996 era inaugurado el nuevo balneario La Isla, con su pileta gigante, sombra, carpas, etc. El otro balneario que acaraba mucha gente era “El Cristo” porque se podía usar el viejo camino pavimentado, no había mucha profundidad y estaba mucho más cerca el del CAC.
Así La Barranca, balneario privado fue perdiendo peso ante los balnearios impulsados por la municipalidad y el sector turístico.
Por otro lado pronto se notó que el Balneario La Barranca no poseía buen piso de laguna, dado que era el viejo lecho del arroyo y que el sedimento que arrastraba era muy importante, con lo que temporada tras temporada el piso se hacía cada dia mas fangoso.
Así poco a poco las instalaciones fueron quedando para el uso de pocos, sobre todo de aquellos entusiastas de la idea nacida en 1994.
El agua comenzó a descender hacia 1997-1998 cuando finalmente se ponía en marcha la obra hídrica del Desvio del Aº Pigue, quedando sólo un caudal de mantenimiento del cauce. Todo esto conspiró en contra del balneario La Barranca que sin agua, alejado y fangoso no era una opción analizada por la población. La gente fue borrando de sus opciones este espacio hasta que ya quedó desafectado.
Y así pasaron los años, entrados los 2000 se construyó un barrio ensimismado a la pista la que fue abandonada por este y otros motivos inherentes a la actividad automovilística.
Han pasado 20 años desde aquella última temporada del “balneario La barranca”, una de las tantas ideas que Epecuen dejó truncas.
LA VIEJA CASCADA
En 1960 alguien tuvo una idea similar a la del CAC y para ello se conformó una Comisión. Por entonces no había pileta de natación, ni balneario de agua dulce y no todo el mundo acudía a la laguna Epecuén, por entonces con poco caudal. La gente iba al arroyo, en lo que era la cascada, cercana al puente de Marino. Allí la cascada el deleite de la juventud, pero estaba acondicionado como tal el lugar, así que se conformó una comisión que se denominó Pro Balneario Municipal la que estuvo conformada por Julio Cesar del Sol (Pte), Tomás Sarries (Srio), Roberto H. Laspiur (tesor), Dr. Emilio Cabello hijo, Orlando Bedacarratz y Martín Arriaga. La idea consistía en hacer un dique de contención para elevar las aguas 70 a 80cm, limpiar el cauce de barro, ampliar la forestación, colocar asientos y fogones.
La idea en cierto modo prosperó, se efectuó una pasarela por sobre la cascada, se forestó, pero no se culminó lo de la muralla. Lo mucho o poco que se haya efectuado es probable que haya sido borrado en 1968 cuando se dragó el cauce del Aº Pigué desde la Papelera hasta la desembocadura, cambiando incluso el tramo final de desemboque en Epecuén.
Sin embargo lLa cascada se convirtió en un lugar de visitas frecuentes de turistas, jóvenes bañistas hasta entrados los años 80.
RESERVA NATURAL
En 1995 era tan importante el caudal de agua que ingresaba a la laguna por el Aº Pigué debido a la crisis hídrica iniciada en 1992 que hizo que Epecuén alcanzara niveles nunca vistos ni pensados. En los tamariscos que otrora fueran plantados a la vera del curso del arroyo, desde el “Puente del Molino Marino” hasta la vieja Cascada, una enorme colonia de Garzas halló un lugar seguro para anidar. La posibilidad de contar con agua dulce, y la seguridad de anidar en arboles rodeados de agua, hicieron que por un par de años sea este lugar un anidamiento impresionante. Las autoridades del CAC, encabezadas entonces por José Luis Marino hicieron gestiones con el biólogo marino carhuense Gonzalo Herrera, radicado en el sur argentino, para efectuar un relevamiento de aves acuáticas y terrestres. Este relevamiento estuvo motivado por la enorme cantidad de aves que se congregaban en la desembocadura del Aº Pigue de aguas dulces con la laguna Epecuén, de aguas altamente salobre.
El relevamiento efectuado dio cuenta de 25 especies de aves acuáticas y otro tanto de terrestres que tenían ese espacio como frecuente. Pero lo más importante era la nidificación de algunas especies, sobre todo la de las Garcitas Blancas. Las gestiones oficiales no prosperaron porque sin duda era un espacio ocasional de nidificación, siendo el tiempo el que brindaría la respuesta de la importancia ambiental del lugar.
A modo de protección del espacio, muy cercano al puente, se señalizó y mediante prensa se pidió no usar armas de fuego ni molestar a las aves.
Esa nidificación duró un par de años y estuvo marcada por la bajante de la laguna que como consecuencia dejó los tamariscos fuera del agua lo que hizo que las aves no sientan seguro anidar allí por los depredadores.
Quedó solo el recuerdo, las fotos y los carteles que anunciaban el ingreso al Balneario y Reserva Natural La Barranca.
Hoy esos terrenos volvieron a propiedad del Molino harinero Carhué y vacas pastan en sus costas y se protegen debajo de los grandes Eucaliptus plantados en 1995.